domingo, 8 de mayo de 2011

2. ALICIA SE DISTRAE


Como una loca Alicia recorre la ciudad en su utilitario destartalado. Debería cambiar de coche pero llevada por un sentimiento tonto no lo hace, tanto tiempo con ella que no quiere deshacerse de él. Demasiadas cosas juntos. Viajes, besos, calentones sin ser enfriados, otros tantos apagados y no solo los de su coche. De nuevo su pasado y su presente se mezclan, las sillas de sus hijos sobre los asientos de un viejo coche, donde su madre desfogaba pasiones.
Corre. Quiere llegar antes de que cierren. Ha tomado una decisión, acertada o completamente equivocada, pero una decisión al fin y al cabo. Algo es algo.
Se va, ¿huye?. Probablemente, pues es muy dada a este tipo de actuaciones, se le dan muy bien las fugas. Ella en cambio lo llama, “Tengo que mantener mi mente distraída”, encontrar, buscar algo que salvaguarde su cabeza en otro lugar.
Debería haberse enfrentado a su marido, contarle realmente lo que ocurre, decirle la verdad. Explicarle que le quiere, le aprecia, que probablemente podría seguir con él, pero todo ello implicaría sacrificar una parte de si misma, ¿pero cuanto? (Nunca aceptarías una invitación para zambullirte conmigo en la Fontana de Trevi, no serías Marcello, ni yo la Silvia de tu Dolce Vita).
Sin embargo, el miedo, la culpa, solo le permiten ver una solución, escapar, distracciones.
Tendría que asumir también su apego a un recuerdo, pero eso es aún peor, declarar abiertamente que quieres algo que ya no existe, algo intangible, algo que solo permanece en tu memoria y que tras largos años una fotografía despierta de nuevo. Es difícil de entender, ella misma rechaza por completo cualquier atisbo de todo eso en su cabeza. (Necesito salir de aquí).
- ¿Qué te vas?, pero… ¿cuantos días? ¿a dónde? ¿Y los niños?
- Unos días, he pensado que me vendrán muy bien unas mini vacaciones, además ya sabes que a ti no te gusta viajar y por los niños no te preocupes, ya he hablado con tu madre y te ayudará en todo. El plan es estupendo, recorrer parte del país visitando castillos, fue algo que escuche en la radio y me pareció tan buena la idea, no he podido resistirme. (Mentirosa, huyes, te irías a la conchinchina si pudieras)
- Pero Ali, no sé, me parece muy precipitado y además tu sola.
- ¿Qué tiene de malo ir sola?, es un viaje organizado así que compañía no me faltará, eso no es un problema.
- ¿Y qué es eso de los castillos?, pero si a ti nunca te han interesado los monumentos.
- Claro que me interesan, pero de verdad, no te preocupes, si ocurriera cualquier cosa solo tengo que alquilar un coche y volver, al fin y al cabo no me voy lejos.
Mientras conduce recuerda esta conversación. Una vez más el sentimiento de culpabilidad la embarga, sacude su cabeza como si con ello pudiera quitarse, esparcir al viento los remordimientos.
Acelera, llega tarde, solo faltaba después de tantas explicaciones perder esta decisión, hoy es el último día para pagar la reserva. Lo ha volcado todo en este viaje, su mente solo y exclusivamente ha pensado en él desde que lo escucho. Así se mantenía ocupada, no dando vueltas y más vueltas regodeándose y recreándose en esa sensación de pérdida que tanto la persigue (Ojalá pudiera sentir aquello una vez más,…nooooooo, el viaje, el viaje, el viaje).
Frena en seco, casi deja a un lado el lugar al que se dirige, absorta como está en sus pensamientos. Una minúscula agencia de viajes en un barrio de las afueras, escondida entre pequeñas tiendas de comestibles, mini bares, peluquerías, ferreterías, negocios con horarios imposibles. Todo es chiquito en estos lugares, excepto los horarios.
(Agencia de Viajes “El País de Nunca Jamás”, te llevaremos, hasta donde tú quieras llegar). Sonríe cuando esa ocurrencia le viene a la cabeza. Si así se llamara, quizás encontrara un buen instructor de vuelo para por fin despegar en el mundo real, ya que en el onírico, siempre lo hace. Si algo caracteriza los sueños nocturnos de Alicia es, que siempre vuela. Independientemente de la temática del sueño, el volar, es tan común, como el andar, correr o saltar. Nunca se lo ha confesado a nadie, la tomarían por loca, pero a veces cree que en un momento dado pudo hacerlo, aunque su madre siempre recuerde entre risas y jolgorio de comidas familiares, los trompazos que se llevó haciendo prácticas en el pasillo de su antiguo hogar de infancia.
El tintineo de la campanita al abrir la puerta resulta ser un buen despertador, trayéndola de nuevo y mostrándole un lugar repleto de folletos que se apilan en estanterías, objetos extraños de viajes a países lejanos, recuerdos, souvenirs de estridentes colores. Los ojos de Alicia recorren el interior del local haciéndole ver la cantidad de horas que podría pasar allí, investigando, leyendo, buscando.
Cuatro personas más esperan. Delante, una mesa, evidentemente, repleta también de papeles pero sin dueño aparente.
- Hola
Su saludo es correspondido con cuatro sonrisas masculinas que se vuelven al escucharla. Dos hombres sentados frente a la mesa que parecen conocerse a juzgar por sus posturas y su forma de sentarse, uno al lado del otro, y otros dos de pie.
- ¿No nos atiende nadie?
Uno de ellos, responde con un gesto la pregunta señalando un cartel.
“VUELVO ENSEGUIDA”
- Oh, vaya, no lo había visto.
Carteles como ese pocas veces se ven ya. ¿Quién es capaz, de dejar un negocio ahora ,sin cerrar una puerta?. Pero, que agradable sensación la de encontrarse en un lugar en el que su dueño o dueña confía en hacerlo sin más.
Se sienta en una de las sillas cercana a la salida. Desde allí, tiene una panorámica perfecta de todo, incluso puede mirar sin ser vista a los cuatro hombres (Cotilla). Coge uno de los folletos que le queda más a mano y lo abre como si pensara ojearlo.
El hombre de la derecha, cercano a los sesenta mas o menos, su mirada clavada en los zapatos, parece llevar tiempo aquí dado que ya no sabe donde apoyarse.
El hombre de la izquierda, treinta y tantos, cuarenta, alto, muy alto, leyendo un folleto que tiene entre las manos. (alto, manos perfectas y cuidadas, seguro suaves al tacto , que dedos, me gustan los dedos largos, cuando se aferran a ti parecen no tener fin, dedos infinitos recorriendo tu cuerpo….¿ pero qué narices estoy pensando?)
Los dos sentados frente a la mesa, continúan una conversación que debió verse interrumpida por la entrada de Alicia. En realidad, mas que una conversación, es un monólogo sostenido por el de mayor edad, mientras el más joven escucha. Parece hablar en francés, aunque se atrevería a decir que podría ser belga, ciertas palabras escuchadas y una entonación muy familiar, le recuerdan a un compañero y gran amigo de la facultad oriundo de aquel país. Sin embargo, su atención se centra más en el joven, el que escucha, el receptor de los mensajes, atendiendo a los mismos con una devoción incondicional desprendida por unos ojos fijados en el emisor. (Que intensidad desprenden al contemplarlo).
El orador repara en esa mirada y sonríe mientras su mano se alza para acariciar con ternura el rostro del que escucha.
Espectadora de esta maravillosa escena, sumergida por completo en la película emite un profundo suspiro que…Alicia!!! Despierta!!!! te han oído.
(Tierra trágame, ¿he hecho yo eso?, que vergüenza). Los cuatro pares de ojos que hay en la agencia están clavados en ella, incluso todos los souvenirs y los folletos la señalan, todos reprochándole el inmiscuirse así en la intimidad de las personas.
- Perdón, lo siento.
(Silencio, silencio, no se escucha nada)
- Parece que no quieren atendernos.
Dice una voz acompañada de una sonrisa que contagia a todos, incluida la autora del incomodo suspiro. Alicia mira a su benefactor agradeciéndole con un gesto su repentina intervención.
(Tenias que ser tú mi salvador, ojos claros de largos, infinitos dedos)
El tintineo de la campana hace que todos vuelvan la vista hacia la puerta.
- Discúlpenme, he tenido que salir un momento. Vaya, vaya, que cantidad de gente, les atenderé enseguida
La mujer de la Agencia, tan pequeña como su local. No sabe porque, pero de pronto ha pensado que aquella señora, podría haber entrado soltando un “Por Orticón, Pumblicón y Satiricón”, mientras Santiago Auserón la seguía cantando el “No se ría, no se ría” y a nadie le hubiera extrañado. (¿Donde narices me he metido?, ja ja ja ja)
- Bien, si me lo permiten, atenderé primero a aquellos que estén interesados en la ruta de los Castillos, hoy es el último día y debo confirmar las plazas reservadas.
Las cinco personas que hay en la sala se acercan hacia ella.
- Qué casualidad, ¿no me digan que todos ustedes van al mismo lugar? Acérquense entonces, nos haremos sitio y les iré explicando todo lo que quieran. Qué bonito grupo conforman, desprenden una cierta armonía. Es extraño, todos han escogido el último día para decidirse, tendrán sus razones, pero esas, ya las iremos descubriendo a lo largo del camino, ¿no les parece?.

3. ALICIA EN LA DILIGENCIA

2 comentarios:

  1. Prometedor y cuidado, narrar y divertir, pero no nos engañemos esto acabará en pasión...besos

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